A un 3% del hombre
- • Robert Waterston, el científico que coordinó la secuenciación del genoma del chimpancé, explica que las mayores diferencias con los humanos atañen al sexo y el sistema inmune
BARCELONA
Los humanos (Homo sapiens) y los chimpancés (Pan troglodytes) llevan solo seis o siete millones de años avanzando por caminos divergentes, que en términos evolutivos es un suspiro, y lógicamente lo comparten casi todo. Guardando las distancias, se parecen los esqueletos, la visión, la fabricación de hemoglobina, el desarrollo corporal, la memoria, el cuidado de los hijos... "Compartimos entre el 96% y el 97% del genoma. Nos parecemos tanto a los chimpancés --dice el biólogo Robert Waterston-- como los propios chimpancés a los gorilas". ¿Otro ejemplo? Las diferencias son 10 veces más pequeñas que entre ratas y ratones.
Waterston, catedrático de la Universidad de Washington en Seattle (EEUU), fue el coordinador del consorcio internacional que el año pasado publicó la secuenciación del genoma del chimpancé, "el primer gran simio, si exceptuamos el hombre", del que disponemos un resumen bastante preciso de su estructura genética. El investigador estuvo ayer en Barcelona invitado por el programa de ciencia y medio ambiente de la Obra Social La Caixa.
Técnicamente, prosigue Waterston, las diferencias en el ADN de ambas especies suponen sólo el 1,2% del total. "Lo que pasa es que hay secuencias que están en el chimpancé y faltan en los humanos, o al revés, y pueden representar otro 3%", insiste. Tenemos casi los mismos cromosomas (23 pares los humanos, 24 pares los chimpancés) y casi los mismos genes. "Lo que nos diferencia es esencialmente que algunos aminoácidos que están codificados dentro de un gen son distintos". Los genes se expresan de forma diferente y las proteínas resultantes no son iguales.
En cualquier caso, cambios aparentemente pequeños pueden tener una importancia vital. El profesor pone el ejemplo de la mutación que provocó que el cráneo de los humanos pudiera crecer a costa de perder musculatura en la mandíbula y fuerza en la masticación.
Genes defensivos
De forma sorprendente, las mayores diferencias entre ambos genomas no atañen a genes vinculados a lo que entendemos por humanidad, sino a una conducta tan supuestamente animal como es la reproducción. Así, Waterston cita grandes divergencias en genes responsables de la producción de esperma, fruto posiblemente de la prosmicua vida de los chimpancés. También varían el sistema inmunológico y las defensas: "Son genes que tienden a cambiar rápido debido a la injerencia de factores externos que los atacan".
¿Y la inteligencia? "Es difícil vincular determinados genes a lo que llamamos inteligencia. Ya me gustaría saberlo --prosigue--, pero sí confío en que comparando ambos genomas podamos descubrir qué es lo que nos hizo humanos".
Lo que sí se ha comprobado, dice Waterston, es que hay un gen inactivo en los chimpancés, llamado FoxP2, que parece determinante en nuestra capacidad de hablar. El catedrático explica que a una familia británica se le ha detectado la misma particularidad: sus miembros son inteligentes, pero tienen problemas insalvables con la pronunciación y la gramática.
Capacidad olfativa
En seis millones de vida por separado, ambas especies de origen centroafricano han acumulado nuevas aptitudes genéticas y han perdido otras. "Es difícil determinarlo, pero sabemos que los humanos, por ejemplo, han perdido capacidad olfativa que se mantiene en los chimpancés".
"Como nuestros parientes evolutivos más cercanos, los chimpancés están especialmente capacitados para enseñarnos sobre nosotros mismos --dice Waterston--. Creo que nos podrían ayudar a entender la base genética de algunas enfermedades humanas". Y luego cita el caso del virus del sida, una enfermedad que los chimpancés transportan pero no sufren. "El sida no progresa en ellos, no les infecta".
¿Y los gorilas? Se sitúan más lejos de los humanos. A partir de un antepasado común, sus genes iniciaron caminos divergentes mucho antes, posiblemente hace 10 millones de años, y hora las coincidencias rondan el 92%. "Todavía no ha concluido la secuenciación del genoma del gorila, pero hay aproximadamente un 2% de diferencias y otro 6% de fragmentos del ADN que faltan en una u otra especie", concluye Waterston.
Waterston, catedrático de la Universidad de Washington en Seattle (EEUU), fue el coordinador del consorcio internacional que el año pasado publicó la secuenciación del genoma del chimpancé, "el primer gran simio, si exceptuamos el hombre", del que disponemos un resumen bastante preciso de su estructura genética. El investigador estuvo ayer en Barcelona invitado por el programa de ciencia y medio ambiente de la Obra Social La Caixa.
Técnicamente, prosigue Waterston, las diferencias en el ADN de ambas especies suponen sólo el 1,2% del total. "Lo que pasa es que hay secuencias que están en el chimpancé y faltan en los humanos, o al revés, y pueden representar otro 3%", insiste. Tenemos casi los mismos cromosomas (23 pares los humanos, 24 pares los chimpancés) y casi los mismos genes. "Lo que nos diferencia es esencialmente que algunos aminoácidos que están codificados dentro de un gen son distintos". Los genes se expresan de forma diferente y las proteínas resultantes no son iguales.
En cualquier caso, cambios aparentemente pequeños pueden tener una importancia vital. El profesor pone el ejemplo de la mutación que provocó que el cráneo de los humanos pudiera crecer a costa de perder musculatura en la mandíbula y fuerza en la masticación.
Genes defensivos
De forma sorprendente, las mayores diferencias entre ambos genomas no atañen a genes vinculados a lo que entendemos por humanidad, sino a una conducta tan supuestamente animal como es la reproducción. Así, Waterston cita grandes divergencias en genes responsables de la producción de esperma, fruto posiblemente de la prosmicua vida de los chimpancés. También varían el sistema inmunológico y las defensas: "Son genes que tienden a cambiar rápido debido a la injerencia de factores externos que los atacan".
¿Y la inteligencia? "Es difícil vincular determinados genes a lo que llamamos inteligencia. Ya me gustaría saberlo --prosigue--, pero sí confío en que comparando ambos genomas podamos descubrir qué es lo que nos hizo humanos".
Lo que sí se ha comprobado, dice Waterston, es que hay un gen inactivo en los chimpancés, llamado FoxP2, que parece determinante en nuestra capacidad de hablar. El catedrático explica que a una familia británica se le ha detectado la misma particularidad: sus miembros son inteligentes, pero tienen problemas insalvables con la pronunciación y la gramática.
Capacidad olfativa
En seis millones de vida por separado, ambas especies de origen centroafricano han acumulado nuevas aptitudes genéticas y han perdido otras. "Es difícil determinarlo, pero sabemos que los humanos, por ejemplo, han perdido capacidad olfativa que se mantiene en los chimpancés".
"Como nuestros parientes evolutivos más cercanos, los chimpancés están especialmente capacitados para enseñarnos sobre nosotros mismos --dice Waterston--. Creo que nos podrían ayudar a entender la base genética de algunas enfermedades humanas". Y luego cita el caso del virus del sida, una enfermedad que los chimpancés transportan pero no sufren. "El sida no progresa en ellos, no les infecta".
¿Y los gorilas? Se sitúan más lejos de los humanos. A partir de un antepasado común, sus genes iniciaron caminos divergentes mucho antes, posiblemente hace 10 millones de años, y hora las coincidencias rondan el 92%. "Todavía no ha concluido la secuenciación del genoma del gorila, pero hay aproximadamente un 2% de diferencias y otro 6% de fragmentos del ADN que faltan en una u otra especie", concluye Waterston.
Fuente: El Periódico de Catalunya
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