Madrid. (Efe).- Un simio es capaz de hacer pequeñas sumas y de usar herramientas que un niño de dos años no sabe ni cómo coger, pero el pequeño es desde esa edad ya más inteligente por haber aprendido culturalmente a interpretar intenciones y a imitar a los adultos para resolver un problema, no porque tenga un cerebro más grande.
Es decir, la inteligencia humana se debe a una especialización de la cultura, y no a una inteligencia general asociada al mayor tamaño cerebral, según una investigación realizada durante los últimos cuatro años por un equipo internacional en el que han participado los españoles Josep Call y Victoria Hernández-Lloreda. Hernández-Lloreda explicó que para su investigación, que mañana publica la revista Science, se ha aplicado "una amplia batería de tests cognitivos" a 106 chimpancés y 32 orangutanes, y a 105 niños de 2 años de edad.
Para igualar las condiciones de aplicación de los tests a las diferentes especies llegaron a poner una barrera de plexiglás entre quien realizaba las pruebas y el niño, a fin de simular el mismo entorno en el que se hacían a los simios. Los dos obtuvieron resultados muy similares en los tests relativos al conocimiento del mundo que les rodea, e incluso los chimpancés mejor que los niños en operaciones de rotación, sumas de pequeñas cantidades y uso de herramientas.
Sin embargo, los pequeños, lejos aún de la edad de escolarización en la que aprenden a contar y a leer, tuvieron mejores resultados en tareas relacionadas con la comprensión del mundo social. Si los niños simplemente tuvieran más inteligencia general que los grandes simios, se deberían haber encontrado diferencias sistemáticas en todas las áreas, pero no fue así. Las mayores capacidades de los niños en cognición y aprendizaje social a esa edad, cuando aún sus capacidades de cognición física son como las de los grandes simios, sugieren una adaptación biológica específica para la vida social y la cultura.
A partir de esas habilidades están preparados para adquirir otras más complejas y gran cantidad de información a través tanto de la imitación como de la instrucción. Sin esas capacidades socio-cognitivas los niños avanzarían muy poco con respecto a los grandes simios en sus capacidades matemáticas, por ejemplo, ya que no podrían utilizar los símbolos numéricos, explicó Hernández-Lloreda, profesora del departamento de Metodología de Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Por lo tanto, son las habilidades socio-cognitivas las que dan la clave para entrar en el mundo de la cultura, y crecer dentro de un grupo cultural permite a los niños beneficiarse de las habilidades y el conocimiento adquiridos por el resto de la especie, acceder al uso de herramientas y símbolos, incluido el lenguaje, que otros ya han desarrollado.
El experimento, para el que Hernández-Lloreda elaboró el desarrollo psicométrico de la batería de tests, se realizó en el instituto Max Plank de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), donde trabaja Call, que es además codirector del Wolfang Köhler Primate Research Center. El trabajo se enmarca en una colaboración entre el instituto Max Plank y la Universidad Complutense, que comenzó en 2003 y se formalizó con un convenio de colaboración hace dos años entre la institución alemana y el grupo de estudio de las relaciones sociales de la UCM del que forma parte Hernández.
La Vanguardia, 06/09/2007
Es decir, la inteligencia humana se debe a una especialización de la cultura, y no a una inteligencia general asociada al mayor tamaño cerebral, según una investigación realizada durante los últimos cuatro años por un equipo internacional en el que han participado los españoles Josep Call y Victoria Hernández-Lloreda. Hernández-Lloreda explicó que para su investigación, que mañana publica la revista Science, se ha aplicado "una amplia batería de tests cognitivos" a 106 chimpancés y 32 orangutanes, y a 105 niños de 2 años de edad.
Para igualar las condiciones de aplicación de los tests a las diferentes especies llegaron a poner una barrera de plexiglás entre quien realizaba las pruebas y el niño, a fin de simular el mismo entorno en el que se hacían a los simios. Los dos obtuvieron resultados muy similares en los tests relativos al conocimiento del mundo que les rodea, e incluso los chimpancés mejor que los niños en operaciones de rotación, sumas de pequeñas cantidades y uso de herramientas.
Sin embargo, los pequeños, lejos aún de la edad de escolarización en la que aprenden a contar y a leer, tuvieron mejores resultados en tareas relacionadas con la comprensión del mundo social. Si los niños simplemente tuvieran más inteligencia general que los grandes simios, se deberían haber encontrado diferencias sistemáticas en todas las áreas, pero no fue así. Las mayores capacidades de los niños en cognición y aprendizaje social a esa edad, cuando aún sus capacidades de cognición física son como las de los grandes simios, sugieren una adaptación biológica específica para la vida social y la cultura.
A partir de esas habilidades están preparados para adquirir otras más complejas y gran cantidad de información a través tanto de la imitación como de la instrucción. Sin esas capacidades socio-cognitivas los niños avanzarían muy poco con respecto a los grandes simios en sus capacidades matemáticas, por ejemplo, ya que no podrían utilizar los símbolos numéricos, explicó Hernández-Lloreda, profesora del departamento de Metodología de Ciencias del Comportamiento de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Por lo tanto, son las habilidades socio-cognitivas las que dan la clave para entrar en el mundo de la cultura, y crecer dentro de un grupo cultural permite a los niños beneficiarse de las habilidades y el conocimiento adquiridos por el resto de la especie, acceder al uso de herramientas y símbolos, incluido el lenguaje, que otros ya han desarrollado.
El experimento, para el que Hernández-Lloreda elaboró el desarrollo psicométrico de la batería de tests, se realizó en el instituto Max Plank de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), donde trabaja Call, que es además codirector del Wolfang Köhler Primate Research Center. El trabajo se enmarca en una colaboración entre el instituto Max Plank y la Universidad Complutense, que comenzó en 2003 y se formalizó con un convenio de colaboración hace dos años entre la institución alemana y el grupo de estudio de las relaciones sociales de la UCM del que forma parte Hernández.
La Vanguardia, 06/09/2007
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